La mezcla de letras complejas, con grandes oraciones subordinadas, engarzadas unas tras otras con períodos de yuxtaposición, evitando las conjunciones, sobre todo las copulativas, y con una melodía que está muy por debajo de la voz, no suele dar buen resultado. Frases largas y difíciles de aprender, música también compleja, mala combinación, mal negocio.
Aún así, hay momentos en que esa mezcla, sobre todo la combinación de frases con una gran carga poética, llenas de metáforas e imágenes que sostienen una alegoría, consigue sonar y llegar a hacerse famosa y consigue, de una forma sorprendente que haya quien pueda repetir y cantar esa canción pese a todo.
Esa mezcla de poesía compleja y fama, de cierto barroquismo interpretativo y creativo, es la que se da en las canciones de Joaquín Sabina. Y se da con una complicación extrema en Calle Melanconlía, canción compleja, difícil de cantar, con largas y variadas frases, con una notable ausencia de conjunciones y con una transfiguración de la melancolía, casi materializada, casi tangible.
La melancolía tratada como un espacio físico y real, como un barrio cierto de la ciudad, es descrita a la vez como un lugar y como una rutina, una serie de actos que se realizan más o menos maquinalmente por parte del cantante.
Ese espacio, que no es más que la tristeza que todo lo cambia, que muestra la ciudad antes habitable y amada como un lugar que contamina, que crispa y que sobre todo evoca el recuerdo y el dolor por la pérdida. Porque es una pérdida lo que lleva a la melancolía. Porque es una ausencia la que la provoca.
Ese lugar donde no se sabe si es primavera, donde el humo, de la fábrica o el cigarro lo domina todo, donde no llega la primavera, ni los colores, de una extensión indeterminada pero interminable, habita al hombre más que el hombre lo habita a él.
En la segunda la parte la canción ahonda en el símbolo y expresando con certidumbres ya el motivo de esa pérdida; habla de la rutina vacía, de la añoranza, del olvido. Los compañeros de la melancolía. Los motivos de la imposible mudanza a la deseada alegría.
Melancolía, dolor, tristeza, pérdida, olvido, soledad, contadas con un profusión de metáforas y símbolos, materializados, solidificados en las escaleras de esa casa triste y solitaria donde el autor se sienta a ver pasar la vida. Porque poca cosa más queda por hacer en esa melancolía. Dejar pasar la vida. Ordenar los papeles. Resolver un crucigrama. Hasta que un día se abandone esa calle, se llegue al barrio de la alegría.
Aún así, hay momentos en que esa mezcla, sobre todo la combinación de frases con una gran carga poética, llenas de metáforas e imágenes que sostienen una alegoría, consigue sonar y llegar a hacerse famosa y consigue, de una forma sorprendente que haya quien pueda repetir y cantar esa canción pese a todo.
Esa mezcla de poesía compleja y fama, de cierto barroquismo interpretativo y creativo, es la que se da en las canciones de Joaquín Sabina. Y se da con una complicación extrema en Calle Melanconlía, canción compleja, difícil de cantar, con largas y variadas frases, con una notable ausencia de conjunciones y con una transfiguración de la melancolía, casi materializada, casi tangible.
La melancolía tratada como un espacio físico y real, como un barrio cierto de la ciudad, es descrita a la vez como un lugar y como una rutina, una serie de actos que se realizan más o menos maquinalmente por parte del cantante.
Ese espacio, que no es más que la tristeza que todo lo cambia, que muestra la ciudad antes habitable y amada como un lugar que contamina, que crispa y que sobre todo evoca el recuerdo y el dolor por la pérdida. Porque es una pérdida lo que lleva a la melancolía. Porque es una ausencia la que la provoca.
Ese lugar donde no se sabe si es primavera, donde el humo, de la fábrica o el cigarro lo domina todo, donde no llega la primavera, ni los colores, de una extensión indeterminada pero interminable, habita al hombre más que el hombre lo habita a él.
En la segunda la parte la canción ahonda en el símbolo y expresando con certidumbres ya el motivo de esa pérdida; habla de la rutina vacía, de la añoranza, del olvido. Los compañeros de la melancolía. Los motivos de la imposible mudanza a la deseada alegría.
Melancolía, dolor, tristeza, pérdida, olvido, soledad, contadas con un profusión de metáforas y símbolos, materializados, solidificados en las escaleras de esa casa triste y solitaria donde el autor se sienta a ver pasar la vida. Porque poca cosa más queda por hacer en esa melancolía. Dejar pasar la vida. Ordenar los papeles. Resolver un crucigrama. Hasta que un día se abandone esa calle, se llegue al barrio de la alegría.
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