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miércoles, marzo 25, 2015

EL VIAJE DEFINITIVO DE JUAN RAMÓN

Entre la extensa producción de Juan Ramón Jiménez, una producción además muy cambiante, que el propio autor fue variando y mejorando, fue continuamente retocando para mejorarla, para hacerla  más apropiada a cada momento, quizá equivocándose al reescribir mucho después cosas que ya tenía fijadas, hay un poema que evoca su propia figura, su propia ausencia.

Como ese personaje de Shakespeare que se pregunta ¿Seré amado cuando falte? Juan Ramón piensa en la vida tras él, en la vida que ha dejado atrás y que se quedará, como se queda todo, sin cambios, siempre igual, siempre vivio pese a la falta del poeta.

Hombre de gran ego, Juan Ramón sabe sin embargo que su vida acabará y lo asume con naturalidad, con tranquilidad y placidez. Todo continuará menos yo. Yo seré lo que falte y el mundo para mí acabará conmigo, pero seguirá aquí como siempre, con su naturaleza y su vida resplandeciente abriéndose camino.

El poema expresa una idea dificil de asumir, la de la propia muerte. Y la idea de que con esa muerte no se acaba todo. Con esa muerte no se para el mundo. Una reflexión que acerca a Juan Ramón a corrientes filosóficas y religiosas variadas, desde el budismo hasta casi el nihilismo.

Muchos han escrito sobre la muerte, sobre su muerte, sobre la imaginación de esa muerte, pero no sobre lo que pasará después. Y ese después será la nada. El olvido al cierto tiempo. No para Juan Ramón, por fortuna para él, pero sí para casi todos. Y nada ocurre. Y nada cambia. Y todo sigue.

La muerte como elemento personal, como algo íntimo y único, no como hecatombe, no como final del mundo, sino como hecho natural. Nació el poeta y nada pasó. Y murió y nada cambió. Así es para el hombre siempre. Pasando por el mundo y dejando apenas una huella si tiene suerte.


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