En Francia hay una
polémica extraña llegada a través del premio Nobel concedido a
Modiano. La Ministra de cultura del país ha confesado que no ha
leído nunca al premiado autor y esto, que no parece para tanto, ha
acabado en una pequeña polémica sobre el quehacer de la ministra en
cuestión.
La obra de Modiano,
sin ser una obra minoritaria, no es de las más conocidas de los
autores franceses. El propio editor del autor ha reconocido que no se
esperaba el premio y que no pensaba que se lo fueran a dar por las
características especiales de la obra de su representado.
La obra de Modiano,
centrada en el París de la II Guerra Mundial, antes y después,
causas, avatares y consecuencias, se enreda hacia la crónica
política y la crítica social de una época complicada en la vida
del mundo y más concretamente del país francés.
Leer a Modiano tiene
por lo tanto algo de periodístico y de social, algo que no siempre
gusta a los lectores. Y la Ministra de cultura de Francia no deja de
ser una lectora más. Modiano no era lo que podríamos decir un
clásico, ni uno de esos autores que podríamos llamar
imprescindibles, sino un autor muy específico con novelas muy
concretas.
Cabe preguntarse si
una ministra de cultura tiene que conocer todo lo que se hace en su
ramo en el país, aunque la respuesta es bastante obvia, no puede
saberlo ni conocerlo todo. La Ministra ha sido sincera y ha dicho que
no lo ha leído y que no ha tenido todavía tiempo de hacerlo (el
premio fue concedido hace unas semanas apenas) y eso es de agradecer.
Podría hacer mentido y decir que conocía la obra de Modiano y que
el premio es justo y merecido.
Seguramente la
Ministra tendrá tiempo, y más después de esta polémica, para leer
a Modiano. Y seguramente lo hará como los niños del colegio que
leen los libros obligatorios. Porque esa es otra consecuencia de un
premio como el Nobel, la obligatoriedad. Ahora Modiano se convertirá
en obligatorio para muchos. Y eso no le ayudará.
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