En las ficciones que
tratan de los viajes en el tiempo, se dice que cualquier alteración
del pasado, por mínima que sea, puede cambiar el futuro. En
Arrowsmith de Kurt Busiek y Carlos Pacheco sucede así, la existencia
de algo que no existe realmente en el pasado cambia casi todos los
acontecimientos futuros.
Ese elemento
perturbador del futuro es la magia y otros elementos del mundo mágico
que la acompañan: los dragones, los zombies o los vampiros, los
seres mitológicos, … Aún así, ese elemento perturbador que
cambia el mundo no lo cambia demasiado profundamente: la Primera
Guerra Mundial se inicia en 1914 igual que en nuestra realidad.
A partir de ahí,
Busiek desarrolla un mundo paralelo con una historia que parece la
típica, un joven idealista que se enrola con su mejor amigo en el
ejército para ayudar a los más débiles y para evitar la
injusticia.
Pero poco a poco
vamos descubriendo que esa historia típica no es la que creemos. No
hay valor, ni ideales, ni buenas acciones en la guerra. Hay muerte y
destrucción y obligaciones que van más allá de la moral. Y las
historias tan típicas, como la de los chicos que se enemistan en la
instrucción y después deberían ser amigos, se van cayendo y se
sustituyen por la dureza y la realidad.
La Primera Guerra
Mundial fue uno de los conflictos más sangrientos que ha existido.
Millones de muertos de todos los bandos, uso de armas químicas en
pruebas, crueldades e iniquidades por una parte y por otra. En esta
versión mágica eso no cambia, el ser humano, por más prodigios o
tecnologías que controle, no deja de ser cruel con sus congéneres.
Una historia que
engaña con los tópicos, que los controla, los absorbe y los
subvierte convirtiéndose en todo un alegato contra la guerra, el ser
humano y su capacidad para la crueldad y la maldad, lejos de ese
heroísmo (palabra que se asocia al protagonista algunas veces y de
la que él huye) que se supone que encontraremos en los soldados.
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