El humor es una
cuestión difícil. Hacer reír a los demás con cosas que están en
la cabeza de otro, y que hacen reír a otro, es complejo, porque no
todos se ríen igual, no todos se ríen de lo mismo y no todo puede
ser bien visto por todos los espectadores. Así que hacer reír a
mucho y durante mucho tiempo es algo muy complejo.
Esa capacidad la ha
tenido desde hace muchos años Ibáñez, el dibujante de Mortadelo y
Filemón. Armado de un humor fácil y amable, que se centra muchas
veces en el humor físico y en el verbal más simple, como las
primeras comedias cinematográficas, Ibáñez ha sido capaz de
sobrevivir en el mercado del cómic y sobre todo del humor desde
1956.
Las claves de su
humor son evidentes, dos tipos que tienen mucho de miserables y de
listillos, que pretenden ser siempre los mejores y que no saben que
en realidad son dos tipos de pacotilla. Los golpes que se propinan el
uno al otro y su capacidad para enredar y entorpecer hasta lo más
fácil provocan la risa de cualquiera.
Ese sistema, más el
fijar la vista en una realidad difuminada, con países ficticios y
exagerados que podrían parecerse mucho a países reales y ciertos,
ha conseguido que el humor de Ibáñez sea universal y esté vigente.
El Círculo de
Bellas Artes de Madrid ofrece una exposición sobre el trabajo de
Ibáñez que incluye originales del autor así como mucho otro
material que será interesante para todos los admiradores del trabajo
del dibujante barcelonés. Una exposición que muestra la biografía
de Ibáñez a través de sus personajes, los que le mantienen casi
esclavizado a su mesa de dibujo.
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