Resucitar las
películas exitosas de los 80 se ha convertido en un fenómeno normal
en Hollywood. Versiones de las películas que tuvieron un buen número
de seguidores y que dejaron rastros en la memoria colectiva de los
espectadores se han ido sucediendo y van a continuar llegando hasta
nuestras pantallas.
Robocop era una
película que contaba la transformación de un policía en un robot
que luchaba contra el crimen que dominaba Detroit, una ciudad tomada
por el crimen y por la corrupción. Era una película simple, de
lucha entre buenos y malos y con el fondo de la crítica al poder de
las corporaciones.
Con la llegada de
los drones, la presencia de un verdadero policía robot en nuestras
calles es más real. Y de eso se aprovecha la versión de Robocop que
se estrenó en 2014. Un mundo con drones que no piensan ni sienten da
un paso atrás para demostrar como un híbrido entre humano y robot
puede acabar con el crimen.
Pero Robocop, cuyo
protagonista es más Gary Oldman, el doctor, que el policía robot,
habla más de la trascendencia moral, del cambio que la tecnología
hace en nuestras mentes, y de la recreación de la vida. Superada la
lucha entre el bien y el mal, la película muestra más las dudas
morales del doctor, los problemas de la familia del policía robot y
el control de los medios y las instituciones por parte de los
corruptos.
La película se
queda a la mitad, entre la ensalada de tiros y lo que podría haber
sido una buena película con acción. Pero por desgracia esa
indefinición lastra una película que por momentos recuerda a V de
Vendetta y que sorprende en comparación con otras revisiones de
“clásicos de los 80”.
¿Es lícito usar
los drones? ¿Somos manipulados constantemente? ¿Sabemos lo que
ocurre en la realidad? ¿Hasta dónde podemos llegar con la
tecnología? Todas esas cuestiones aparecen en la película, aunque
al final se diluyen en un final sin tensión, que es el que pide la
industria.
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