El cine de acción, cuyo máximo éxito y mayores creaciones tuvieron lugar durante los 80, ha ido viviendo desde entonces en una espiral de excesos que lo está llevando no sólo al aburrimiento, sino también a la banalidad y sobre todo a la desaparición.
Con unos tópicos propios y unos protagonistas marcados por su pasado militar o simplemente heroico, los héroes de las películas, protagonizados normalmente por policías, detectives, soldados o cualquier otro hombre con relación con las armas de fuego, se empeñan en conseguir que la sociedad siga siendo tal cual.
Luchando contra grandes magnates, y cualquier otro malvado con pretensiones de conquistar el mundo y sobre todo hacerse con dinero y poder, estos héroes, normalmente solitarios aunque con una ayuda puntual, conseguían acabar con los planes de los malvados y salvar al mundo.
Pero la evolución de este cine desde sus inicios no ha conseguido que las películas sean mejores, que sus personajes estén más evolucionados o que su labor sea menos mortal. Convertidas en una auténtica sucesión de escenas espectaculares, llenas de carreras, choques y disparos, sus guiones son cada vez más escasos y sus protagonistas tienen cada vez menor atractivo.
El número de muertes sin sentido, de asesinatos perpetrados sin remordimientos por los protagonistas es cada vez mayor. Los policías, detectives o soldados matan cada vez a más rivales, a más malvados sin saber por qué o con qué finalidad. Simplemente disparan y disparan hasta que sus cargadores se vacían.
La violencia sin sentido, los buenos que no lo son en sus actos sino sólo en sus motivaciones finales. Los malos arquetípicos. Los personajes planos. Todas esas realidades son las que encontramos en este cine, cada vez con más tecnología, pero con menos guión y con peores películas.
El género necesita una revisión, no convertirse sólo en un espectáculo, en una cuestión visual sin más. Necesita mejores escritores y unas tramas más complejas con personajes mejor diseñados. Será eso, o será la nada.
Con unos tópicos propios y unos protagonistas marcados por su pasado militar o simplemente heroico, los héroes de las películas, protagonizados normalmente por policías, detectives, soldados o cualquier otro hombre con relación con las armas de fuego, se empeñan en conseguir que la sociedad siga siendo tal cual.
Luchando contra grandes magnates, y cualquier otro malvado con pretensiones de conquistar el mundo y sobre todo hacerse con dinero y poder, estos héroes, normalmente solitarios aunque con una ayuda puntual, conseguían acabar con los planes de los malvados y salvar al mundo.
Pero la evolución de este cine desde sus inicios no ha conseguido que las películas sean mejores, que sus personajes estén más evolucionados o que su labor sea menos mortal. Convertidas en una auténtica sucesión de escenas espectaculares, llenas de carreras, choques y disparos, sus guiones son cada vez más escasos y sus protagonistas tienen cada vez menor atractivo.
El número de muertes sin sentido, de asesinatos perpetrados sin remordimientos por los protagonistas es cada vez mayor. Los policías, detectives o soldados matan cada vez a más rivales, a más malvados sin saber por qué o con qué finalidad. Simplemente disparan y disparan hasta que sus cargadores se vacían.
La violencia sin sentido, los buenos que no lo son en sus actos sino sólo en sus motivaciones finales. Los malos arquetípicos. Los personajes planos. Todas esas realidades son las que encontramos en este cine, cada vez con más tecnología, pero con menos guión y con peores películas.
El género necesita una revisión, no convertirse sólo en un espectáculo, en una cuestión visual sin más. Necesita mejores escritores y unas tramas más complejas con personajes mejor diseñados. Será eso, o será la nada.
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