El museo Thyssen dedica una exposición a la obra de Cezanne, uno de los padres de la pintura moderna. Han reunido 58 obras del pintor francés que anunció el cubismo y cuya pintura giraba entorno al postimpresionismo.
Las obras que se pueden contemplar en el museo madrileño son un conjunto de paisajes pintados por el pintor francés, gran paseante y observador que después en su taller trasladaba a los colores y los óleos aquello que sus ojos habían visto.
Si la pintura pretende algo que va más allá de la mera representación de la realidad, la de Cezanne consigue no sólo hacernos partícipes de los colores del campo durante sus paseos, de las tonalidades del cielo o del estado de la hojas de los árboles. Cezanne nos lleva a la sensación que él mismo vivía durante los paseos.
La capacidad de la pintura de transportarnos y de hacernos tener impresiones, de conseguir que nos abstraigamos ante una pieza y que veamos más allá del paisaje y de los colores, es utilizada por Cezanne en su arte. Descompone la realidad y la recrea en sus óleos de una manera que hace que los espectadores sientan, reaccionen ante su pintura.
Todo arte va quedando rebasado por el tiempo. Las vanguardias y los movimientos posteriores convierten en «antiguo» al arte de Cezanne. Pero, sin embargo, la capacidad de hacer sentir, de transportar a esas paisajes y a las sensaciones que vivía el propio pintor, sigue viva.
Su tiempo pasó, pero su obra permanece para que veamos y sintamos aquello que pintó. Consiguiendo así uno de los objetivos fundamentales del arte, trascender más allá del tiempo y de las circunstancias, trascender más allá del arte concreto. Llegar a todos los hombres, durante todo el tiempo.
Las obras que se pueden contemplar en el museo madrileño son un conjunto de paisajes pintados por el pintor francés, gran paseante y observador que después en su taller trasladaba a los colores y los óleos aquello que sus ojos habían visto.
Si la pintura pretende algo que va más allá de la mera representación de la realidad, la de Cezanne consigue no sólo hacernos partícipes de los colores del campo durante sus paseos, de las tonalidades del cielo o del estado de la hojas de los árboles. Cezanne nos lleva a la sensación que él mismo vivía durante los paseos.
La capacidad de la pintura de transportarnos y de hacernos tener impresiones, de conseguir que nos abstraigamos ante una pieza y que veamos más allá del paisaje y de los colores, es utilizada por Cezanne en su arte. Descompone la realidad y la recrea en sus óleos de una manera que hace que los espectadores sientan, reaccionen ante su pintura.
Todo arte va quedando rebasado por el tiempo. Las vanguardias y los movimientos posteriores convierten en «antiguo» al arte de Cezanne. Pero, sin embargo, la capacidad de hacer sentir, de transportar a esas paisajes y a las sensaciones que vivía el propio pintor, sigue viva.
Su tiempo pasó, pero su obra permanece para que veamos y sintamos aquello que pintó. Consiguiendo así uno de los objetivos fundamentales del arte, trascender más allá del tiempo y de las circunstancias, trascender más allá del arte concreto. Llegar a todos los hombres, durante todo el tiempo.
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