El misterio, lo hemos repetido muchas
veces, es primordial en el arte. Un toque de misterio le viene bien a
todo. A los cuadros o las esculturas. Al cine o a la literatura. No
comprenderlo todo. Tener que buscar lo que hay dentro de cada cosa es
un juego entre el espectador y el artista, un juego al que nos animan
a jugar. Que algo se deje a la imaginación del espectador,
haciéndole partícipe de la narración, del arte.
Sin misterio también hay arte. Pero
tiene menos atractivo. Igual que sucede con el humor. Una narración
sin humor es completamente solvente, pero carece de algo muy
importante, no tomarse en serio a sí misma.
Ese misterio, a veces se queda aislado
por debajo de la composición artística. En La chica de ayer,
la canción de Antonio Vega, el misterio de quién es esa chica, de
lo que hace allí y de su historia se queda por debajo de la música,
la letra y la voz del cantante madrileño. Reluce la canción incluso
por encima del gran misterio que representa.
Hay tres personas en la narración: la
chica, el cantante o narrador y un tercer hombre (“luego por la
noche él vendrá a escuchar canciones que consiguen que te pueda
amar”) Hay varios tiempos en la narración, todos indeterminados.
Igual que los lugares.
No sabemos nada de la chica. Sabemos
que el narrador la ama, que su cabeza da vueltas persiguiéndola. No
sabemos de dónde sale el tercer hombre de la narración.
Parece una historia de desamor. Pero
podría ser una historia de amor. O una historia de auotodestrucción.
Es una canción triste. Es una mujer triste. Pero no hay forma de no
amar a esa chica de ayer.
Todo es un misterio. El cambio en los
tiempos de la narración. Los cabellos dorados de la chica. Su
comportamiento. El tercer hombre. Las canciones que se escuchan para
que ella pueda ser amada. Quién escucha esas canciones para amarla.
Y el mayor misterio es esa chica, que
se parece a una mujer fatal de las novelas de Hammett. Rubia y
perdida. Rubia y metida en la cabeza de un chico triste que le canta
una canción de desamor. Rubia y misteriosa. Rubia y que ama a otros.
Rubia y perdida en el pasado. Rubia y sin que sepamos nunca quién
fue. He ahí el misterio.
2 comentarios:
Firmo cuanto dices Rubén, el misterio es tan importante como la historia misma. En la entrada hay un pequeño error de fondo (sólo advertido por mi que soy un mitómano recalcitrante de el gran Antonio) y es que no hay tal tercer hombre, no en la canción, en la vida lo hay demasiado habitualmente. Yo también me rebané los sesos para conseguir entender lo que dice en ese punto de la canción, y tras mucho escarbar descubrí que dice; "y luego por la noche al Penta a escuchar, canciones que consigan que te pueda amar". El Penta es un garito mítico, sito en el barrio de Malasaña, de la movida madrileña en los ochenta. Allí Antonio Vega solía interpretar todas estas perlas. Ahora sus fotos cubren las paredes de ese antro.
Esto no quita ni un ápice de razón a cuanto dices; el misterio es tan necesario como el agua en una narración e incluso, plantados ante un texto,nadie ha dicho que haya que entenderlo todo. Sugestión y puertas entornadas permiten el paso de la corriente. Un saludo Rubén!
Gracias Laszlo, ya me han dicho eso del Penta. Esto confirma que estoy un poco sordo.
Gracias por pese a todo darme la razón. Replantearé la entrada en próximos días, porque como tú dices, sigue habiendo mucho misterio.
Un saludo y gracias por leer y comentar.
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