Ahora que se está celebrando la feria
del libro de Madrid, seguramente la más importante de nuestro país,
podemos hacernos algunas preguntas en torno al futuro del libro y
también de la literatura. Entre la crisis económica y la crisis
cultural, las ventas de libros decrecen cada año, y se centran,
además, en unos cuantos títulos de unos pocos autores.
La crisis económica pasará. No
sabemos cuándo ni a costa de qué, pero acabará remitiendo, pero
habrá dejado un legado horrible: cientos de librerías cerradas,
cientos de autores no publicados, colecciones suprimidas, editoriales
quebradas y más aún, lectores que ya no lo serán porque el libro
es en cierta forma un artículo de lujo.
La crisis cultural es otra cosa.
Ayudada por la continua crisis educativa, la crisis cultural va
convirtiendo poco a poco en nada a los consumidores de literatura y
cultura. Cada vez menos nuevos lectores, que cada vez tienen menos
formación y menos capacidad de comprensión. Esto conlleva la
eliminación de parte de la literatura porque se lo pone muy difícil
al lector. Y eleva a los altares a otra literatura que siendo
literatura tiene más el formato de una serie de televisión o una
película. Una literatura más visual, menos literaria al fin y al
cabo.
La crisis cultural ha llevado a que las
editoriales hayan primado las ventas y no la lectura. Lo importante
ha sido vender libros, no qué libros se vendían. Vender libros y no
crear lectores. La crisis cultural está más próxima a acabar con
la literatura que la económica.
Por otra parte está la crisis
tecnológica. Ahora el libro compite contra muchas más cosas que el
cine y la televisión. Compite contra internet. Y compite contra sí
mismo con los libros digitales. Y con los blogs literarios. La
cultura gratis acaba con la cultura. Si los autores no cobran por su
trabajo no lo harán. Y la literatura se acabará así. O al menos
perderá gran parte de su esencia y su calidad.
Siempre hay que confiar en la
literatura. Tiene algo que la mantiene viva. Pero entre todos cada
vez se lo ponemos más difícil. Como si fuéramos los bomberos de
Fahrenheit 451 vamos quemando libros y libros sin que ese sea nuestra
cometido. Habrá que confiar en que una vez más nos superemos a
nosotros mismos y la mantengamos viva, aunque sea a costa de tener
que memorizar los libros.
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