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sábado, junio 08, 2013

SOBRE TU VIENTRE

Yo respiraba despacio, silenciosamente, lejos de tu oreja, los ojos abiertos. No podía dormir contigo al lado. Tú no podías dormir si yo te inspiraba el aire cerca de la oreja, así que giraba la cabeza y miraba las sombras y las luces que la calle proyectaba en aquella habitación pequeña. Tú respirabas más ruidosamente. Cuando estabas a punto de dormirte, hacías gestos involuntarios con las manos y con los pies. Era un ligero temblor. Un espasmo involuntario. Yo sonreía y te pasaba otra vez la yema de los dedos por el costado.

Escribía palabras sobre tu cuerpo. Pero tú no sabías que yo escribía palabras sobre tu cuerpo. La yema de mis dedos hacía la forma de las letras en la suavidad imposible de tu piel. A veces tus labios húmedos me premiaban con un beso en las muñecas. No sabías que estaba escribiendo todas aquellas palabras sobre ti. Pero me dabas ese beso. Entonces yo perdía el hilo y sólo dibujaba espirales sobre tu costado, sobre tu espalda, sobre tu vientre.

A veces yo tosía tu pelo. Escribí infinitamente tu nombre en tu espalda. A veces tu nombre completo, con nombres y apellidos. Otras veces escribí las palabras susurradas que tú ibas diciéndome. Otras simplemente puse allí palabras, sin mucho orden: ojos, espalda, suave, mañana, no.

Escribí encima de ti montones de páginas. Nadie podía leerlas. No había tinta. Escribía una y otra vez sobre el mismo trozo de tu cuerpo. A veces, por comprobar que todo en ti era igual, escribía en tu brazo, en tu vientre. Escribía “siempre”. Y escribía “nunca”. Escribía la historia de los días que nos habían llevado hasta allí. Escribía los días que nos quedaban por venir.

Escribí sobre ti la historia de los veinte días que faltaban. La historia de los días que podrían venir. Escribí sobre ti palabras de no amor y palabras amorosas que nunca habría dicho en voz alta. Escribí con mi dedo sobre tu piel el cuento que te hacía dormir. Antes de que escribiera “vivieron felices y comieron perdices”, tú ya estabas dormida.

Escribí cosas que después fueron verdad y cosas que nunca llegarían a pasar, cosas que inventé para tu piel, para que ella las supiera sin que yo tuviera que decirlas, sin que tú tuvieras que oírlas. Escribí mentiras y verdades que luego tú borrabas en la ducha. Cosas que podrían haber sido pero no fueron porque las borraste frotando gel sobre tu vientre y tu espalda, sobre tus costados y tus brazos.

Escribí mientras miraba el juego de luces y sombras de aquella habitación pequeña las palabras mejores que pude escribir. Tú las borraste. El agua se las llevó. Todo se olvidaba al instante. Yo abría los ojos. Miraba la luz. Sonreía las palabras que iba dibujando con la yema de mis dedos.



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