Se cumplen 100 años del tour de
Francia, pero no sólo eso. En estos 100 años el tour ha pasado a
ser una parte más de Francia, de su idiosincrasia y de su cultura.
Durante 21 días se convierte en el epicentro mundial, no sólo del
deporte, sino también de la épica y de la estética. Hombres que se
enfrentan a lo imposible en paisajes llenos de belleza y de leyenda y
de horror.
Ha construir ese tour mítico han
contruido dos elementos fundamentales: los corredores que buscaban la
gloria en las carreteras llenas de enemigos y en los periodistas que
contaban sus historias. Cuando el tour no se veía, cuando sólo se
escuchaba y sobre todo se leía al día siguiente en los periódicos
que además enseñaban la clasificación para corroborar sus
palabras, para señalar que lo que decían era la verdad y sólo la
verdad.
Cuando nació la televisión nació un
tour distinto. El tour que se ve. No el que se lee. No el que se
cree. El que se comprueba. El tour que uno mismo puede crear a través
de sus palabras y su opinión. Se convirtió también el tour en un
publirreportaje de Francia. Sus castillos en los márgenes de los
ríos. Las montañas lunares. Los pueblos de imposibles catedrales.
Francia se vende en el tour mejor, se muestra en el tour como un
lugar de leyenda que no se puede no conocer.
Con ese tour visto y no leído o
escuchado, los hombres que le ponen palabras, contaban lo que todos
veíamos. Incluso más despacio de lo que los demás lo estamos
viendo. Pero sigue existiendo ese otro tour de palabras escritas. De
narraciones fantásticas que hacen mejores las hazañas de los chicos
que van montados en pequeños trozos de metal atravesando montañas,
cayendo, dándose codazos por una posición.
Carlos Arribas lleva años poniendo
palabras al tour. Escribiendo crónicas que están a medio camino de
la épica, de la narración Homérica y de los artículos de opinión.
Palabras que cuentan no sólo las etapas, sino las sensaciones del
tour. Que cuenta otra verdad que se desarrolla a través de las
carreteras y de los hoteles, que se desarrolla más allá, en los
sueños de los que percibimos a Contador como un D'artagnan o como un
Ulises, luchando contra todo en su viaje por un paraje hostil,
rodeado de enemigos, perseguido incluso por su propio fantasma, por
su yo antiguo que le dice cómo era y cómo debería ser.
Carlos Arribas, desde las páginas de
El País, y también desde su página web, crea literatura a través
de los kilómetros del tour. Y una literatura mucho mejor que la que
se vende en la mayoría de libros. Con mejores palabras. Y con
mejores historias. E, incluso, con una verdad mejor que la que vemos.
Una verdad en la que sí se puede creer.
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