Unos meses después mi coche estaba
lleno de pelos tuyos. Pelos que se quedaban enredados en los
asientos, que caían en las alfombrillas o que yo tocaba en la
palanca al cambiar la marcha. Una vez un pelo tuyo, en un abrazo, se
me quedó enganchado en las gafas.
Una tarde nos quedamos mirando cómo
llovía. Me obligaste a cerrar la ventana por temor a los rayos. La
lluvia inundaba el patio vecino. No mojabas, pero empapabas. Me creía
seco, pero no era cierto. Todo era fácil. Sólo permanecías en mi
línea de visión. Me creía seco, pobre de mí.
Casi nunca conseguías entenderme. A
veces me salía una voz rara, cargada en unas eses que duraban
absurdamente. Nunca había balbuceado tanto. Yo decía libertad
cuando pensaba en las manos abiertas que tú me habías enseñado a
abrir. Las manos hablaban mejor que nosotros. Ellas siempre supieron
entenderse.
Me cambiaste de sitio el reloj, el gel
de baño, las zapatillas. Descolocabas las cosas a tu paso. Me
tropecé y me caí con mi propia alfombra, con mi mundo
desorganizado.
Eras buena con las palabras. Mejor que
yo. Y hasta eras mejor que yo con los silencios. Yo hablaba de más.
No sabía callar. Una vez más te reías de mi voz. De mis eses. Las
alargaba para ti, para hacerte reír. Yo me reía mucho más con las
voces que tú hacías.
No podía verte cada noche. Libre. Te
repetía la palabra libertad. Tú me cambiaste hasta los besos. A
mejor. Joder. A mejor. Mis labios ya no eran sólo fábricas absurdas
de eses. Yo lo hacía. No podía verte cada noche. Libre. Te guardaba
toda la libertad que tenía: te pensaba. Siempre era posible verte
algunas noches, pero te aprendí a base de pensarte. Cambiaste mi tú
poético. Vacilaba los tiempos al escribir. No sabía elegir entre el
presente y el pasado. Entre el futuro y el presente.
No podía verte cada noche. Libre. Tú
hablabas del calendario y de las moquetas. Yo jamás había pisado
una moqueta. No miré nunca el calendario. Yo siempre había estado solo.
Podría volver a estarlo. Siempre tendría los pelos de mi coche y
los días de lluvia en que me empapaste sin mojar.
Pero aún no llega el calendario.
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