Mis amigos chinos no entienden la
polémica por la reforma laboral. Cuando un empleado no hace lo que
ellos dicen, lo que quieren o lo que tiene asignado, cogen a otro. Y
si no a otro. No sé qué se hace de los que se marchan. Tal vez
vayan de una tienda a otra. De un restaurante a otro. Tal vez sirvan
de aperitivo. No quiero preguntar, porque no quiero saber la verdad.
Ellos no toman cariño a los empleados.
Es todo una cuestión de dinero. Un poco menos de dinero gastado es
un poco más de dinero ganado. A mí eso me parece bien para ellos.
Los empleados están contentos con lo que hacen y con cómo se les
trata. Parece que mis amigos son jefes benévolos. Los hay mucho
peores.
Que los chinos estén acostumbrados a
la esclavitud me dice que los demás tendremos que acostumbrarnos
también. Ellos vienen pegando fuerte y pronto serán los dueños y
los jefes de todo. No nos queda más remedio. Eso o una revolución.
Pero creo que también nos ganarían en eso.
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