Frente al resto de reformas y
obligaciones y peticiones que vienen por parte del poder ejecutivo y
legislativo de este país, parece que por fin hay una noticia que no
es del todo mala. Los minijobs no caben en nuestra legislación. Una
encuesta reciente decía que hay trabajadores dispuestos a
aceptarlos, incluso trabajadores dispuestos a trabajar por un sueldo
menor al mínimo profesional.
Los trabajadores son empujados a
trabajos que no deberían realizar, pero la necesidad de dinero y de
trabajo obliga a que esos trabajos que están por debajo de nuestros
derechos sean aceptados.
Por suerte, los minijobs no entran en
nuestra legislación. Trabajos que darían unas retribuciones mínimas
al trabajador, pero que servirían para que el empresario tuviera el
mismo trabajo por mucho menos precio (lo que todos los empresarios
ansían) y para que el gobierno pudiera contabilizar menos personas
en paro, eliminando el problema del número escandaloso, pero no el
de la gente que no tiene dinero para vivir.
Sin embargo, que no existan los
minijobs no implica una reforma laboral coherente y buena para el
trabajador. De hecho en este contexto actual no parece posible
ninguna reforma que tenga en cuenta los derechos adquiridos por los
trabajadores durante tantos años de lucha laboral. Más bien nos
dirigimos a una pérdida de derechos y posibilidades. Un despido más
barato. Un paro más corto. Sueldos rebajados. Condiciones más
leoninas. Poca posibilidad de lucha. Disminución de derechos en
general para los que trabajan y aumento para los empresarios que no
pararán de buscar las vueltas de las leyes en su afán (humano, muy
humano) de ganar más y menos gastando menos y menos.
No corren buenos tiempos. Veremos a
dónde nos dirigen y si no somos nosotros los que tenemos que dar un
giro a todo.
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