Viajando por el mundo te das cuenta de
que todo es distinto. Cambian los paisajes. Las gentes. Los acentos.
Cambian los animales y las plantas que ves. Cambia las cosas que
hacen gracia. Los programas de televisión que se ven. Cambia casi
todo. Yo no he viajado mucho, pero de eso me di cuenta en seguida. En
cuanto vi que alguien me hablaba y yo no le entendía, percibí que
aquello no era igual, que había cambiado.
Sin embargo, lo que nunca cambia en
ningún sitio son las tiendas de chinos. Últimamente visitamos
algunas tiendas de compatriotas de mis amigos para, la verdad es que
no sé bien para qué lo hacemos. Es algún tipo de negocio que se
traen entre manos, del que hablan en chino y a gritos y del que yo no
me entero. Creo que tiene que ver con cuerdas y esparadrapos, pero no
podría asegurarlo.
Todas las tiendas que hemos visitado
son iguales. Todas venden lo mismo. A los mismos precios. Hasta las
dependientas podrían ser las mismas si yo no estuviera acostumbrado
a tratar con chinas y supiera ya quién es Cheng y quién es Wong.
Todo el mundo es distinto, así que es
fascinante ver algo que no cambia. Es bueno. Le da solidez a tu vida.
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