Tuve unos años de enfrentamiento con
el mundo. Me molestaba todo así que me quejaba todo el rato. Me pasé
meses enteros manifestando mi opinión sobre cualquier cosa. Y eso me
generó mucho contacto con la policía. Al final nos hicimos amigos,
pero me dieron muchos palos. Por eso ahora soy un hombre tranquilo
que no se queja por nada. Si no puedo hacer una cosa hago otro y si
no puedo hacer nada, no haga nada. La vida es amoldarse. Pero yo no
voy a reventar el sistema. Porque el sistema es más fuerte que yo.
Aún así, el otro día me llevé un
par de palos de la policía. Fue sin querer. Me confundieron con un
manifestante porque llevaba mi guitarra y mi pinta de músico, que es
básicamente la pinta de un señor que lleva tiempo durmiendo mal,
comiendo mal y sin lavadora. No me merecí los palos, pero me quedé
con ellos.
Aprendí hace tiempo que si te ganas
unos palos de la policía hay que saber aguantarlos como fortaleza y
no llorar como si no hubieras hecho nada. Es un mensaje que daría a
algunos de los que corrían por la calle el otro día. Pero como yo
no me meto en la vida de nadie, me callo.
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