Está ahí. Es evidente. Es clara y
diáfana y yo la veo. Sé dónde está y puedo cogerla, puedo ir a
ella cuando quiera. Sólo tengo que querer. Pero no sé si quiero. Me
espera allí. Brillante. Luminosa. Como siempre he pensado que sería.
Y viene de su mano. Ella está allí, con la felicidad. Ambas
esperando a que yo vaya a por ellas y las tome. Esperándome y
llamándome. Ambas deseables y añoradas como si ya hubiera estado
allí con ellas. Siendo lo que siempre he querido y peleado. Siendo
ella. Para mí. Y al otro lado estás tú.
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