Llueve tontamente en Bélgica. Lo veo en la tele mientras los ciclistas dan pedaladas y pedaladas y pedaladas. Y yo mientras, también, doy cabezadas y cabezadas y cabezadas. Qué gozo este de dormirse la siesta sin querer, quedarse dormido mientras se ve sudar a los forzados de la ruta.
En ese intervalo tengo sueños extraños. Sueño que soy uno de esos ciclistas, pero que tengo miedo. Tanto que después de subir el puerto me paro y no bajo. Y no bajo. Y no bajo. Así que espero a que venga un coche y me monto en el coche y ya puedo bajarme. Y luego, estúpido de mí, me enfado porque me descalifican.
Otras veces sueño que soy Indurain. Y gano. Porque soy Indurain. Pero como también soy un poco lelo suelo soñar que soy el Indurain del 96, y me da un gran pajarón. Y no gano.
O sueño que soy Perico. Y claro, llego tarde. A todas partes.
Estoy deseando soñar que soy Alberto Contador. Un día viendo la París Niza (el día de su pajarón en la París Niza) me dije que ya podía ser él. Pero aún no me sale el Alberto Contador.
El que me sale muy bien es el Cancellara. Pero mi bici lleva motor. Así cualquiera.
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