En uno de mis sueños de estas tardes veraniegas, un poco melancólicas y solitarias, por qué no decirlo, he soñado que me caía. No esa sensación que se tiene a veces en el sueño cuando caes al vacío. No.
Resulta que una moto de televisión circulaba delante de nosotros. Y se cayó. Y derramó el aceite y la gasolina. Llovía tontamente en Bélgica. Siempre que vengo a Bélgica llueve y además de una manera tonta, porque acabamos todos empapados por la misma lluvia y por la salpicadura del de delante.
El caso es que llegamos a donde el aceite estaba derramado y claro, todos al suelo. Alguno se hizo más daño que otro, pero todos en general estamos bien. El problema es encontrar las cosas de uno. Oye que ese es mi pedal. Oye que te llevas mi bici. Lo normal. Cuando al fin conseguimos desennudarnos arrancamos. Unos antes que otros. Lo de siempre. Ahora a correr por la carretera mojada. A caerse otra vez.
Pero resulta que no. que nos estaban esperando. Yo no entendía bien por qué. Pero ya se sabe. Los sueños, sueños son. Me desperté. Iba al mismo tiempo que todo el pelotón.
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