Entre sudores me quedé dormido y soñé que hacía mucho calor. En la parte de atrás hablábamos de nuestras cosas uno de Córdoba, uno de Calabria, otro de Granada y dos de Almería. Íbamos a lo nuestro. Tan agustito. Ya había pasado la hora de comer y estábamos deseando llegar para tumbarnos un rato y luego salir a la puerta del hotel con una silla a tomar el fresco.
En esto pasaron un montón de tipos de estos altos y fuertes que nos llevan a matar estos días y que en las carreteras chungas acaban por dejarnos y por tirarnos a la cuneta. Volvían llenísimos de bidones. Y alguno con crema solar.
Sudaban como pollos y algunos estaban rojos como cangrejos. Atrás, nosotros, nos reíamos de nuestras cosas y ellos, pobre, sudaban y llegaban sólo con ganas de meterse en la ducha y de meterse en el aire acondicionado.
Me desperté contento y me fui a tomar una cerveza. En una terraza, claro.
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