Me quedé dormido con el calor y como había mucho ruido a mi alrededor, los patos andan acalorados y jugando con el aire acondicionado (no debí enseñarles a usar el mando), tuve un sueño agitado y desasosegante. Vamos una pesadilla.
En la larga fila el calor apretaba y todo era largo y tonto. Como el puerto que era largo y tonto, porque no se acababa nunca ni nadie se quedaba ni nada de nada. Y todo era lento, lento, lento. No llegaba nunca el final. Nada terminaba.
Los coches hacían una fila inmensa. Los bidones se agotaban de tanto pedir y pedir. El agua se calentaba. Y sobre todo nunca se acercaba la ciudad. Las pancartas no pasaban. Todos los kilómetros eran el mismo kilómetro.
De algún lado habían salido muchas banderas francesas aunque los colores que predominaron al final fueron el rojo y el verde. Me alegré.
Pero la ciudad no llegaba, no llegaba, no llegaba. Me desperté con la sensación de no haber terminado el sueño, de una pesadilla inmensa de repetición. Pero me bebí una cerveza, puse el aire acondicionado a 26º y se me olvidó todo.
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