A primera hora la piscina es un sitio idílico. Nada que ver con el tormento que después, niños, balones, abuelas en sillas enanas que tal vez no puedan levantarse nunca más, te sacude y te hace huir a cualquier otro sitio.
A primera hora la piscina parece un espejo y sólo están allí los monitores, el socorrista y las señoras que hacen aquaerobic, esa modalidad deportiva que se hiciéramos nunca nos atreveríamos a confesar.
Así que a primera hora me doy varios baños, me tiro en bomba sin salpicar y me cojo el mejor sitio, en toda la sombra. No viene nadie y la socorrista habla conmigo, la llevo un donuts, pienso en escribir un blues, pero estoy contento.
Como la gente empieza a llegar, a pesar de que es temprano aún, me marcho de la piscina, creo que daré un paseo en coche.
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