Dormidito me quedé. Y me vi rodeado de un montón de gente. No sólo gente con banderas que corría nuestro lado. Sino de gente que iba como yo. Todos juntos íbamos haciendo el camino en compañía. Allí estaban los que ganan siempre. Y también sus amigos. Los que estaban muy cansados. Esos a los que el calor no les dejaba ir más adelante. Los enfermos, también.
Era muy agradable ir allí, despacito, subiendo, bajando, de charleta, sin subir la marcha, sin atacarnos ni enfadarnos. Claro que no íbamos a hacer nada, que no íbamos a llegar a nada en la vida, pero mira, estábamos juntos y lo pasábamos bien, ¿no era ese nuestro objetivo de siempre?
En esto aparecieron montados en su bici los patos. Yo les saludé y ellos, los muy mamones, atacaron. Intenté seguirlos pero me dio el tío del mazo. Me desperté aturdido y en el suelo. Los patos se reían de mí.
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