Me senté en el sillón y puse la tele. Emitían imágenes que me daban ganas de llorar así que decidí quitarla. Me quedé dormido sin darme cuenta con esa felicidad con la que te duermes en verano sin darte cuenta con la tele puesta. Soñé con lo que había en la tele.
Soñé que montaba en un autobús gigante y que pasaba entre una marea de personas. Por un momento recordé otros días cuando subía puertos y la gente se cerraba y se abría sin dejarme ver bien la carretera.
Todo acabó después de muchas horas saltando, cantando, bailando, gritando. Una multitud de gente me amaba. Me desperté sobresaltado. Puse la tele y me puse a llorar. No era un sueño.
Campeones
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