Una película de
Denis Villenueve es una promesa de tensión. El director canadiense
podría ponerte tenso, con esa tensión del miedo a la violencia, a
la pérdida de la propia vida, contándote la comunión de su hijo.
Así, su cine, con mucha personalidad, acumula tensión en el
espectador que ve el final con alivio pues ya ha acabado su
sufrimiento, al menos en parte, pues algo de la historia se queda
siempre flotando en torno a la cabeza del que ha visto la película.
En Inciendies, su
primera película conocida en España, aunque no la primera de su
filmografía, encontramos lo que después tanto éxito y nombre le
han dado en sus otros trabajos, Prisioneros y Enemy. Unos movimientos
de cámara muy particulares, un color desvaído, una realidad casi
sucia y una mezcla muy cuidada entre el sonido y la banda sonora.
La historia, dos
búsquedas distintas, una madre que busca a su hijo y unos hijos que
buscan a su hermano y a su padre, entre una zona de guerra y con
mentalidades hostiles, en manos del director canadiense da para mucha
tensión, para muchos momentos de pánico y dolor.
La resolución, tal
vez más esperada y lineal que en otras de sus películas, casi
propia de una tragedia griega, deja en el espectador una sensación
de desvalimiento, de que el miedo y el dolor han acabado en un vacío,
igual que en el vacío van a acabar las vidas de los personajes,
marcados para siempre por su pasado, por sus actos o su procedencia.
Una película que
cuenta una historia como tantas que pueden haber sucedido durante una
guerra, con ese toque de teatro griego que el cienasta sacó de una
novela de Wajda Mouawad, pero a la que da su toque personal, su
tensión particular, que provoca en el espectador gusto y desagrado
al mismo tiempo.
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