Que los poetas o los
narradores son buenas personas es una invención de sus lectores. Al
leerlos y al gustarnos, o no, sus obras, los encajamos entre nuestros
posibles amigos o entre nuestros enemigos. Sin embargo, en muchas
ocasiones esos autores son cotillas, envidiosos, maledicentes,
vengativos y malencarados, malas personas, sobretodo con sus
competidores, con los otros autores.
El Siglo de Oro
español es sin duda el gran momento de esas venganzas,
enfrentamientos y duelos entre autores que veían enemigos por todas
partes, que sabían que otros podían acaparar el mercado y que se
dolían ante cada éxito del rival, del vecino.
En ese contexto hay
que ver el enfrentamiento entre Góngora y Quevedo. Una enemistad que
va más allá de lo literario, pero que nace de esa necesidad de
destacar sobre el rival, de vender más y poder vivir del trabajo y
no tener que repartir el pastel de la fama y el mercado de la época.
Y en ese contexto es
donde nace El Quijote de Avellaneda. Una obra contra Cervantes,
contra el gran éxito que Cervantes había tenido con su obra.
Aprovechando ese éxito y su personaje, el falso Avellaneda escribe
contra Cervantes, haciendo de su personaje un tipo grotesco. Y
sobretodo escribe para acabar con la buena fama de Cervantes, para
atacarlo y vengarse de su éxito, y lo hace mediante su propia obra.
Construye
Avellaneda, sin embargo, una obra destacable, no a la altura de
Cervantes, pero con un ingenio y una perspectiva y un tratamiento de
los personajes que la convierte en una buena novela, en una buena
obra literaria que hubiera sido mucho más leída si no contara con
la rémora de ser una continuación falsa, un ataque contra el más
renombrado autor español y ante la creación cultural y literaria
más importante de nuestro idioma.
Ese Quijote hirió
tanto a Cervantes que le obligó a escribir una verdadera segunda
parte de su novela. Y tan herido fue, que se superó a sí mismo, que
construyó una novela aún mejor que la primera, una novela en la que
el juego literario es superior, en la que los personajes han
evolucionado, en la que tiene que sacar lo mejor de sí mismo para
mejorar lo hecho por su enemigo.
La Real Academia
lanza ahora, en este año de conmemoración de la obra cervantina,
una edición del Quijote de Avellaneda. Una lectura que es más que
recomendable. Para comprobar la calaña de los escritores. Y para
comprender cuáles eran sus motivaciones.
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