Han pasado quince
años del estreno de la película y dieciocho desde que el libro
fuera editado, y muchas cosas han quedado desactualizadas, pero hay
algo en El club de la lucha que sigue vigente, y es esa rebelión
contra lo establecido, contra la sociedad que está luchando ahora
mismo por perdurar.
En un momento uno de
los personajes dice que esta es una generación perdida porque no ha
vivido una guerra o una gran depresión. Quince años después la
mayor crisis económica conocida está actuando casi como una guerra
sobre nosotros, pero las ambiciones de la población siguen siendo
las mismas contra las que se rebelan los personajes de la película:
las que se destilan de la sociedad de consumo.
Esa sociedad de
consumo que está luchando por pervivir tras esta crisis económica
que está afectando tanto, es aquello contra la que todo se rebelaba
en los 90. El grunge había nacido como canto al tedio y a la falta
de ambición de una generación que no tenía nada que hacer. Y
contra ese tedio nace El club de la lucha, con su tensión, su
ambición y su violencia. El club de la lucha es hacer algo
importante en la vida, cambiarla y volverla mejor, y eso implica
hacerla más primitiva.
Con un tono que va
entre lo épico y lo cómico, la película transcurre hacia la
destrucción de un mundo que se basa en el consumo, en las posesiones
que cada uno tiene. Destruyendo eso, se creará lo que los miembros
del club llaman la tierra cero. Y esa épica destrucción del mundo,
al contrario que en cualquier otra ficción que lo que tratará será
de salvar el mundo, es lo primordial de la historia.
Esta está además
llena de violencia, tensión, locura, transgresión, terrorismo y un
amor fuera de los clichés de la estética disney. Una historia
tramposa y perturbadora que se ha convertido en fenómeno de culto en
muchos ambientes, como si de una moderna Naranja Mecánica se
tratara.
Y, lo más curioso,
la película fue producida por la Fox, tal vez la cadena de
televisión más conservadora de Estados Unidos, tal vez el país más
conservador de Occidente. Algo impensable en la gran Europa,
imposible en España.
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