Exiliado en Estados
Unidos, Thomas Mann dijo, probablemente con una mezcla de vanidad y
soberbia, ante las acusaciones de que los nazis estaban destrozando
Alemania: Donde esté yo, está Alemania.
Aparte del gran
concepto de sí mismo que tenía el autor alemán, la frase viene a
reflejar otra cosa, el alma de un país está no en sus gobernantes
ni en sus políticos, ni, en muchas ocasiones, en la historia de las
cosas que le han sucedido a ese pueblo.
El alma de ese
pueblo, la verdadera raíz y lo auténtico, lo que hace que ese
pueblo, que ese lugar sea así, está en su lengua, en su cultura y
en la gente que se encarga de que esa lengua y esa cultura prosperen
y sean mejores.
La política
exterior norteamericana, dice un amigo, me repugnará siempre, pero
lo que me hace admirar aquel lugar es su cultura, su capacidad para
generar novelas, películas o series. Y tanto como su cultura su
contracultura.
Un ejemplo más de
que lo hacen los que gobiernan tiene sólo una importancia relativa.
Nos limita y nos afecta sólo en el ahora. La cultura, la lengua, la
ficción de un país va más allá del ahora, se traslada hacia el
futuro para hacer que ese lugar tenga grandeza o miseria, tenga una
historia que contar o deje que sean los demás, que sean los
acontecimientos y los documentos oficiales los que cuenten esa
historia.
La España en crisis
del 98 no es recordada por sus ineptos políticos o por su clase
social abigarrada y retrógrada. Es recordada por Baroja, Unamuno,
Machado y Azorín. Por aquellos que escribieron en sus ficciones la
historia de su tiempo de una forma más indeleble que todo lo demás,
que todas esas crisis sociales y económicas, que todos los malos
gobiernos y gobernantes que les tocó soportar.
En la España en
crisis de hoy serán una nota a píe de página los presidentes
autonómicos y sus gregarios, los ministros de Hacienda o Cultura o
Educación. El daño que hagan ahora se olvidará. La historia que
cuenten los escritores, los pintores, los directores de cine, será
la que guarde el futuro.
La molestia de hoy
será olvido mañana. Sólo hay que esperar. Y poder estar vivo
mientras se espera.
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