Cuando se citan las
principales elegías de la literatura española, siempre se habla de
tres, que seguramente son las más importanes y también las más
hermosas: Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, Elegía
por Ignacio Sánchez Mejías, de Federico García Lorca y Elegía a
Ramón Sijé, de Miguel Hernández.
Pero hay otras
muchas composiciones similares en la literatura española, y si bien
no están en esa gran selección de obras elegíacas, tienen gran
valor, tanto como testimonio humano como en su sentido literario y
artístico.
Hombre longevo, José
Antonio Muñoz Rojas, vivió prácticamente hasta los 100 años,
dejando a su paso un legado poético muy importante, pero que sufrió
una enorme mejora en los últimos años de su producción.
Antes de ese momento
era fundamentalmente conocido por un libro de prosas poéticas, Las
cosas del campo y sobre todo por el libro elegíaco escrito tras la
muerte de su mujer, Cantos a Rosa.
En 1954 y tras la
muerte de la que había sido su mujer durante muchos años, Muñoz
Rojas escribió un libro de recuerdos de la mujer a la que había
querido y a la que seguiría queriendo durante muchos años.
El inicio del libro,
con un primer soneto conmovedor y tal vez el más recordado todos los
que conforman la obra, es una apoteosis de amor, melancolía y
añoranza de aquello que ha desaparecido. La pérdida, en todos sus
múltiples casos, conforma la palabra del poeta que habla de lo
perdido, de lo amado, de lo que ya nunca estará, con una entereza,
un amor y una tristeza pocas veces vista. Tú de verdad y para ti mi
vida inicia el libro, que es casi un único poema de poesía tierna y
cotidiana y cercana.
Durante los años
siguientes, vuelto a casar Muñoz Rojas, siguió escribiendo a Rosa,
incluso en los últimos años de su vida, mostrando así la que fue
la gran tragedia de su vida, la pérdida de Rosa y de toda esa vida
que ella significaba y compartía con él.
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