Gran parte de las
películas que se estrenan en los cines de todo el mundo son
películas de acción. Con una tipología similar, las películas
presentan a un héroe que se enfrenta a un tarea que si no es
imposible, es casi imposible, muy difícil de conseguir.
Además, para
hacerlo, para completar su cometido, el héroe ha de usar la
violencia, aunque muchas veces no quiera, se ve obligado por las
circunstancias, sobre todo por la provocación de los malvados que no
suelen dejar otra salida al piadoso y pacífico héroe que tiene que
usar la violencia finalmente para conseguir sus propósitos.
Pero, ¿Está el
cine de acción vacío de contenido? En gran parte, las películas de
acción no manejan otro mensaje que el universal de los buenos contra
los malos, de una forma un poco ridícula y en muchas ocasiones sin
sentido, el héroe mata a todo bicho viviente en honor a una meta o
una misión mayor, en honor a un bien que se podría conseguir mejor
sin tanta muerte.
Pero en ocasiones,
las películas de acción muestran más de lo que parece. Las
películas bélicas y del oeste de los 50 y los 60 supieron mostrar
algo más que esa eterna lucha entre el bien y el mal. La realidad
quedaba plasmada con toda su humanidad a través de personajes rudos
que al final eran empujados por las circunstancias.
El cine espectáculo
eliminó mucho de todo eso, pero aún pueden verse intentos de crear
películas que cuenten algo más que esa lucha entre los buenos y los
malos. Tipos reales y empujados por el destino, como en una tragedia
griega, aún pueden verse en los cines y las películas. Asesinos
de élite o Homefront son ejemplo de ese otro cine de
acción que aún puede verse sin pensar que estamos siendo tratados
como idiotas.
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