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sábado, abril 27, 2013

ON / OFF

La mayor parte del tiempo soy como un televisor en Stand By. Entonces me encienden. Y soy lo que tengo que ser. Un amigo divertido. Un taxista experto. Un filósofo de la felicidad. Un agnóstico que se convierte. Un amante efectivo. Un quitapenas de los de verdad. Un monologuista de primera.

Puedo estar encendido todo el tiempo necesario. No necesito baterías. Ni mucho mantenimiento. Una ducha diaria. Un poco de sueño. Y ya estoy otra vez listo para ser lo que sea necesario que sea. No voy a decir que soy una máquina perfecta (soy un tipo humilde pese a todo, pese a todas esas cosas que hago y que digo), pero rara vez fallo.

Cumplo deseos. No como un genio de botella. Lo mío son los deseos cotidianos. El menudeo. No doy más que ratos de felicidad y de calma. Ratos de consuelo. Ratos de placer (esto a mí es lo que más increíble me parece). Normalmente se me convoca por un mensaje al teléfono. Por una llamada también.

Tú sabes bien cómo funciono. Sabes cuántas veces he mitigado tu infelicidad. Sabes cuántas veces te he hecho sonreír. Cuántas te has sentido investido de la razón a mi lado. Cuántas te has sentido inteligente después de que yo te pidiera que me explicaras algo. Sabes cuántas veces te he estado escuchando, el mismo discurso, repetido y repetido.

Acepto lo que me toca. No suelen convocarme a la felicidad. Pero se me da bien quitarte la tristeza. Soy bueno buscando tus puntos fuertes y ocultando tus defectos. Cuando me lo pides, te enseño el lado malo de las cosas, y lo lejos que estás de él. Sé bien cuando eres feliz. Es fácil deducirlo. Yo no estoy cerca.

Y paso el resto del tiempo en stand by. Esperando a ser necesario. Trabajando en el futuro de tu sonrisa. Recibiendo encargos de muchos. Sembrado, sin alardear de ello, la felicidad de los que me encienden.



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