He vuelto al Badoo. Te encontré por la
calle y me has dicho que se te ha roto el teléfono. Creo que es una
excusa; que me has bloqueado. He vuelto al Badoo porque necesito unas
cuantas experiencias para escribir nuevo material. Y porque me han
dicho un par de trucos que me harán fácil ligar allí. En la
casilla ingresos hay que poner altos.
Conocí en el Badoo a una chica. La
llamaremos la del Badoo. No es un nombre muy original, pero sólo se
me ocurre llamarla Pepi o Mari, que son peores aún que la del Badoo.
La del Badoo quedó conmigo en una cafetería. No voy a hacer
descripciones. A los diez minutos estábamos dentro de mi casa.
Dentro de mi cama. Mi pene dentro de ella.
Tres días después repetimos la
operación. La del Badoo y yo dentro de su coche. Mi pene dentro de
su boca. Son cosas de la vida. Tres días después volvimos a
repetir. Mi autoestima estaba por las nubes. Nunca una mujer ha
querido repetir tanto de mí. Fui a comprar condones. La chica de la
parafarmacia sonrió pensando que había tardado muchísimo tiempo en
gastar una caja de seis. Me lancé y compré una caja de doce. Fue
una compra optimista.
Tres días después (me extrañó lo de
los tres días, aunque lo expliqué diciendo que soy tan bueno, que
tienen que pasar tres días hasta recuperarse y querer más de mí)
quiso volver a mi casa. Cambié las sábanas. Limpié la habitación.
Al llegar se sentó en el salón y me dijo “Quiero tu esperma” yo
le dije “Vale ¿Dónde te lo echo?” estas cosas siempre me han
emocionado, así que estaba dispuesto a echárselo ya en cualquier
parte. Pero sacó un bote de plástico “aquí”.
La eché de mi casa. Me gustan las
perversiones sexuales que incluyan descargas seminales, pero lo del
bote me ha parecido excesivo. Llevo sin masturbarme dos semanas y
vigilo mis pasos cuidadosamente. Temo que sea capaz de cualquier cosa
por conseguirlo.
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