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jueves, abril 04, 2013

DRIVE, A LONESOME COWBOY

Un héroe solitario. Esa una de las grandes premisas del Western. Un hombre que se enfrenta a los malvados, sin dejar de ser él uno de esos malvados. Un héroe solitario, que habla poco, chupa una pajita o un palillo o un cigarrillo y que establece un vínculo afectivo que será el que finalmente le haga actuar.

Hemos visto ese esquema en muchísimos Westerns. Coincide en parte la genial Sólo ante el peligro, pero son, sobre todo, las películas del Oeste de Clint Eastwood las que más explotan este esquema. El jinete pálido tal vez la más clara. Pero también otras, como El más valiente entre mil, de Charlton Heston, cumple con el tópico. Lucky Luke es ese héroe también.

En Drive Ryan Gosling es ese mismo personaje. Un personaje que ni siquiera tiene nombre. Que siempre tiene su palillo en la boca. Que es un solitario. Que establece un gran vínculo afectivo con su vecina y el hijo de esta. Que resuelve sus conflictos con violencia. Que es capaz de jugarse la vida por ese vínculo afectivo y sale no indemne, pero sí triunfador.

Drive es una película sorprendente. Por sus imágenes cautivadoras, como la escena del ascensor, donde se junta toda la ternura y la violencia de ese héroe. O el momento en que, martillo en mano, el héroe se enfrenta al primero de los malvados. Su impactante banda sonora.

Pero lo mejor de la película es su héroe. Un clásico héroe americano, silencioso, solitario, que va de ciudad en ciudad intentado ganarse la vida y llenándose sin querer de sentimientos que le llevan a la violencia.

Y como Lucky Luke abandona la ciudad con una puesta de sol, sabiendo que la gente queda a salvo después de su marcha hasta otra puesta de sol, con su palillo en la boca, a poor lonesome cowboy.



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