Han pasado ya cuatro meses, pero entre
los propósitos más comunes de año nuevo está el de encontrar el
amor. No un amor cualquiera, claro está. Se desea un amor mítico,
un amor superlativo, un amor de cuento de hadas. Pero ese amor que se
quiere está basado en otros que se han visto, que se han leído,
que, generalmente, no existen.
Esos amores vienen del cine y de la
literatura, títulos como El diario de Noa, Todos los días de mi
vida, Mensaje en una botella o Posdata te
quiero. Amores que representan amantes excesivos, exagerados,
perfectos, sublimes: inexistentes.
Noa es un hombre imposible de repetir.
Un hombre que podría incluso ser denunciado por acoso al principio. Que se
sube a una noria para conseguir una cita. Que no consigue olvidar a
su chica por más que se acueste con otras. Un hombre al que no le
importa su vida, ni su riqueza, que no le importa nada que no sea
ella.
En Todos los días de mi vida
asistimos a un romance ya empezado. En flashbacks rememoramos lo ya
pasado entre los dos personajes. Un amor increíble. Un amor
detallista y universal, intemporal y a prueba de todo. Eso pese a
estar representado por un protagonista inexpresivo y poco empático.
El resto de historias son similares.
Muestran ejemplos de amores que sólo podrían funcionar en la
ficción. Amores de amantes perfectos que se entregan a sí mismos
olvidándose de todo lo demás. Olvidándose del mundo y de la vida.
Amores aburridos, hasta que no entra en ellos la tragedia (casi
siempre falsas tragedias, pues todos sabemos cómo acabará aquello,
que habrá un atisbo de felicidad, o una tragedia real y mortal que
desde el principio se atisba). Amores en los que todo, desde los
participantes, hasta el contexto y la realidad que representan, es falso, es imposible.
Tomado ese modelo para la vida real,
resulta el desastre. Pero quién puede resistirse al influjo de la
ficción, a no querer sentir y vivir lo que se reprensenta en la
pantalla o en el libro. Quién no quiere ser Noa, quién no quiere
que Noa le quiera.
El choque de esa ficción idealizada
con la realidad da lugar a quijotes del amor, que se ven atrapados en
una fantasía que es golpeada por el enorme molino de la realidad.
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