Hay grupos que hacen grandes discos,
luego, en directo, esos discos son difíciles de sostener y oyes que
nada suena como debería sonar. Que todo es peor que en el disco. Y
te defrauda bastante. O mucho. También hay grupos que hacen discos
regulares, pero que en directo lo resuelven todo y se crecen y son
mejores de lo que podías pensar. Y luego están las Nancys Rubias.
Son un grupo que no toca en directo.
Actúa en directo. Es decir, simula en directo. Pero aún así, a
nadie le importa, porque nadie va a ver cómo cantan o cómo tocan,
aunque suene raro. Van a ver el show que monta el grupo. El show que
monta su vocalista, su líder. Y si bien la música no merece la
pena, el show sí. El show no hay que perdérselo.
Mario Vaquerizo sabe dar a la gente lo
que quiere, lo que se espera de él. Sus zapatos de tacón alto, su
continuo juego a desnudarse, su conversación con el público, sus
opiniones personales, la loa a la cerveza. No es música. Pero es un
espectáculo que merece la pena. Mucho juego, mucha hermandad con su
gente, con sus fans, responde muy bien a las expectativas que crea.
Es casi una hora y media de juerga
naif, un poco almodovariana, un poco como se sueña la movida de los
80 (como se sueña y no como fue), un poco como si se viviera lo que
no se pudo vivir sin la parte mala, sin la parte cutre. Una juerga
excesiva y vacía. Tal y como se espera. Por eso se les aplaude
tanto. Porque dan lo que se espera. Y por un precio bastante
ajustado. Menos de un euro el minuto. Poca gente da más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario