Luis Cernuda, convencido del
surrealismo, escribía casi compulsivamente la primavera de 1931.
Estaba formando Los Placeres Prohibidos, un libro que nace de esa
primavera efervescente para él. Ya venía practicando el surrealismo
en su anterior libro Un río, un amor, en el que cuenta un fracaso
amoroso.
Ahora el surrealismo se junta con
partes narrativas y con poemas que casi pueden pertenecer a la
llamada poesía de la experiencia personal. Escribe Los Placeres
Prohibidos como si fueran dos libros, uno cargado de surrealismo y el
otro de expresión clara y directa. Está viviendo una nueva
experiencia amorosa que carga sus poemas de realidad y de cosas que
decir y que contar.
En ese contexto personal, Cernuda
desnuda su pasión amorosa. El título del libro es muy esclarecedor,
placer prohibidos para un hombre que siente encenderse el amor
homosexual dentro de él. Entonces Cernuda escribe uno de sus poemas
más recordados: “Si el hombre pudiera decir lo que ama...” un
poema que se divide en dos partes, una que exalta la libertad para
amar y otra que habla de la sumisión del enamorado hacia su amado.
En esa dualidad se mueve el libro,
entre la libertad que siente y que proclama con palabras sencillas y
directas, y la sumisión al surrealismo que lo complica todo. El
surrealismo suena hermoso: sus metáforas sin referente, sus
enumeraciones preciosistas, sus colores y sus imágenes, pero se
desconecta de la realidad y se pierde su mensaje.
Ese libro divido en dos libros, formará
parte después, junto con casi todo el resto de la poesía del autor
sevillano, de La realidad y el deseo. Ese será el enfrentamiento
constante en su vida y en su poesía: la realidad como elemento
fascinante pero que mancha y el deseo como objeto inaprensible al que
se aspira y que acaba por transformarlo e incluso estropearlo todo.
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