Sonia y Miguel han hecho el amor todas
las noches de la semana. Ninguno de los dos está agotado o cansado.
Ninguno ha dado muestras de hastío. Ninguno se ha cansado de los
gestos, de los sonidos, de las partes del cuerpo. Miguel se sigue
excitando cuando ella se le pega, es bajita y le llega un poco por
encima del pecho. Él la acerca con mucha fuerza y ella gime un poco.
Juegan con el teléfono. Hablan estando
juntos, en la oficina. Se mandan mensajes insinuantes. Juegan a ser
amantes. Juegan al deseo. Se encuentran cuando están excitados,
cuando el juego ha dado resultado, cuando está en su mayor
esplendor.
La semana ha sido calurosa. Sus cuerpos
chorreaban sudor. Brillaban. Miguel, después de dejar la casa de
Sonia, estando él solo, en el coche, en su casa, corriendo, ha
sonreído sin motivo. Se ha acordado de lo que ha hecho. O de lo que
ha hecho. De lo bien que lo han pasado. De cómo ella se ha mostrad
contenta.
Sólo se preocupa Miguel cuando piensa
en el amor.
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