Juan es un hombre normal. No tiene nada
especial. Es de altura normal. No es demasiado fuerte. No tiene uno
de esos brazos musculosos que ahora se llevan. No lleva camisetas que
dejen ver sus pectorales. No es demasiado inteligente. No gana
demasiado dinero. No se distingue por nada especial.
Juan conoció a Elena por un amigo
común. Él es el marido de una amiga y se vieron en la calle un día.
Días más tarde ella entró en el banco y él estaba allí.
Trabajaba allí. Pasaron unos meses. Él le ha pedido esta tarde que
salgan juntos una noche, a tomar algo, al cine, a cenar. No sabe bien
qué podría gustarle a ella.
Juan se mira en el espejo y se ve un
hombre normal. Pero tiene confianza en sí mismo. Sabe que podrá
salir con Elena. Que si Elena no le quiere, podrá hacer que lo haga.
Sabe hacerlo. Ya lo he hecho, se dice a sí mismo. Así que piensa
que Elena saldrá con él y que conseguirá conquistarla. Que podrá
acostarse con ella. Y si todo va bien, tal vez salir con ella de una
manera formal. No se niega a ello. No se cierra a ello.
Elena ve que Juan es un hombre normal.
Pero le ha hecho ilusión que le pida salir. Ha sido un poco formal.
Aunque le ha pedido que ella elija el sitio y la actividad. Elena se
ha puesto a pensar como una tonta en lo que podría hacer con Juan. Y
todo lo parece bien. Y se imagina haciendo cosas con él. Elena ha
sentido después de mucho tiempo ilusión.
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