Este país es una mina de dinero. Los
señores encienden sus cigarros con billetes pequeños. Encienden sus
coches con billetes grandes. Con las monedas, y con mucha habilidad,
se cortan las uñas. Por lo visto un señor un día le dio una patada
a una piedra y explotó. Había descubierto un gran yacimiento de
gas.
Ahora hay una estatua suya en el centro
de la ciudad. Es lo único que queda de él. Eso y el nombre que le
han dado al yacimiento. José Pérez. Era un español, sí. Aquí
nadie le da patadas a las piedras, son muy educaditos. Tampoco
eructan en público ni escupen cuando gritan. Pero creo que eso
tampoco lo hacen los españoles. Sólo mi suegro lo hace.
En el resto de la ciudad no hay gran
cosa que ver. Es todo como un polígono industrial. Tiene lo mismo
que un polígono. Sus bares cutres. Sus tiendas de colchones. Sus
descampados con escombros. Y sus prostitutas. Y como en un polígono
es imposible encontrar a un policía ni a una mujer que camine por la
calle (una que no sea prostituta, me refiero)
Los primeros días fueron duros, ahora,
con internet y la televisión por satélite, mi añoranza se va
calmando.
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