Este lugar, Tan, como lo llamamos entre
nosotros para entendernos, es un nido de sorpresas. Mis amigos chinos
cada vez están más hechos a su vida. Pero a mí me cuesta mucho. Lo
primero es la comida. No hay quien se la coma. Y nosotros la
vendemos. Preparados de cordero y no sé qué otra cosas que huelen
fatal. Pasta de garbanzos. Coliflor. Preferiría que comieran gusanos
y saltamontes. Pero no.
Lo que más vendemos es un preparado
especial para pegar la carne que hace los kebab. Yo pensé que aquí
no habría kebab. Que eso sólo se comía en Turquía. Pero no. Aquí
también. Yo no sabía cómo se hacía para juntar la carne. Visto
ahora no parece tan misterioso. Pero he dejado de comerlo.
Otra cosa que vendemos mucho es el
vodka. Aquí lo toman con todo. Para desayunar algunos lo toman con
special K. Otros lo toman con la comida. Con el kebab. Y por supuesto
por la noche. Pero no lo toman con limón como la gente normal, lo
toman sólo, como si fuera agua.
Su vida es más feliz y la nuestra
también porque se lo vendemos, pero ya he dejado de conducir. No me
fío de nadie.
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