Mis amigos chinos me han llevado por
ahí una noche. Los chinos son unos tíos muy divertidos, la verdad.
Yo sigo sin entenderlos pero lo pasamos muy bien juntos. Estuvimos en
un karaoke, donde no pude hacer mucho más que beber y beber porque
yo no sé chino y las letras de las canciones están en chino. Eso
sí, dejé para la historia del lugar una maravillosa versión del
Como yo te amo de Raphael.
Pero resulta que allí los karaokes no
son sólo karaokes. Son también casinos. Me pasaron a la parte de
atrás y vi todo un casino inmenso donde montones de chinos se
jugaban la pasta. Pero eran juegos incomprensibles. Yo me puse a
jugar al mus con tres chinos que habían nacido en Burgos. Y perdí.
Después me pasaron a otra sala más
allá. Aquello ya no era un casino ni un karaoke. Pero me pasaron a
una habitación donde elegí a una muchacha. Después fuimos a una
habitación donde ella se desnudó y todas esas cosas. Por cierto,
las chinas usan muy bien las bolas chinas.
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