A veces parece que todo se juntara para llevarme a ti. Un coche que es igual que el tuyo me hace preguntarme dónde estarás, y aventurar una respuesta en la que estás acompañada. Leyendo un libro, tu nombre, una palabra al fin y al cabo, aparece varias veces escrito. Tu ciudad en las conversaciones de la gente de al lado. Aquel lugar donde estuvimos un día sentados. En ese estado de cosas escribo varios mensajes, pero no los mando. Los guardo. Me aguanto las ganas de enviarlos y esperar, sabiendo que no servirán de nada. Salvo para aliviarme. Hasta que al final te los mando. Y no hay respuesta.
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