Leo una revista en la que se habla fatal de mi equipo de fútbol. Un tipo que nada tiene que ver con el deporte, un sacerdote, habla mal de nosotros. Y luego en el bar, cuando vamos a ver el partido, vemos pancartas en las que se insulta al pobre sacerdote.
En el telediario vemos que un político pide disculpas por no ponerse el cinturón de seguridad mientras aparcaba su coche.
En otro momento, en una radio, oímos que un grupo de exaltadas madres piden que pida perdón la directora de un colegio que dijo que existen niños feos. Eso atenta contra la dignidad de todos los niños.
Total, que todo el mundo está siempre ofendido. Ya no se puede hablar de nada ni de nadie sin que rápidamente no salte un colectivo, un grupo, una asociación o un individuo ofendido pidiendo que se disculpen ante él. Incluso por cosas que ya pasaron hace tiempo. Mi tío que lleva un tiempo leyendo libros sobre Roma está tentado de pedir disculpas por la persecución de los cristianos.
Así que ahora siempre pienso antes de hablar a quién voy a ofender, y entonces sólo espero que esté delante para que quede bien claro, so mamón, que lo estoy diciendo en serio y no pienso disculparme.
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