Como quería decirle algo a la terapeuta la llamé al móvil. Pero no me lo cogió. Así que un rato más tarde la volví a llamar. Pero no me lo cogió. Dejé el móvil por ahí mientras hacía algunas cosas. Entonces me llamó ella a mí. Dos veces. Pero no lo cogí. Volví yo. Y luego ella.
Total, que me fui a buscarla a su casa y se la dije. Y me di cuenta de lo fácil que puede ser el mundo. Mucho más fácil de lo que pensamos o lo hacemos. Y más barato. Además, ya que estaba allí salimos a dar un paseo muy edificante porque nos encontramos con Felipe y la gafapasta que estaban retozando en un parque. Viva la felicidad y el amor. Muera el establecimiento de llamada.
No hace falta para todo
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