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jueves, septiembre 25, 2014

UN MUSEO, UNA NARRACIÓN


Visitar un museo es dar una vuelta por un aspecto que alguien ha considerado tan importante como para que se conserve y se muestre a los demás. En esos museos, donde se guarda parte del saber y del arte que la humanidad ha ido produciendo y conservando durante muchos siglos, los objetos, los cuadros o los materiales se colocan de un modo que en muchos casos parece casual, pero que en muchos casos forma una narración.

Un museo muestra por ejemplo, en orden cronológico lo que sucedió con la humanidad. Y así, recorriendo sus salas, se cuenta la historia de cómo surgió, se estableció y fue evolucionando la humanidad. En los museos arqueológicos, por lo tanto, la narración está clara, toda la historia de la humanidad.

En otros museos, ese mismo componente cronológico está presente y muestran, en evolución temporal, cómo fueron evolucionando los aspectos. La pintura por ejemplo, puede mostrarnos cómo los movimientos artísticos fueron surgiendo y desapareciendo tras alcanzar su cima.

En otros son los temas los que se asocian. La historia que se cuenta es desorganizada como una novela moderna. Saltamos de un año a otro, de un siglo a otro, de una narración sobre un escultor a una sobre un pintor. De la historia de la rehabilitación de una tabla a la de la conservación milagrosa de una imagen de la virgen.

Los museos, por lo tanto, son más que simples lugares de visita y recorrido, cuentan una historia, una historia que como en una novela o en una película, tiene un principio y un final. Una narración pertinente y sensitiva, porque además de contar esa historia, puede verse, e incluso, casi sentir que se vivió.



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