Una profesora de historia del instituto nos decía siempre que en España si das una patada a un bote pueden suceder dos cosas, que ese bote sea de Coca Cola o que sea romano. Lo decía para que entendiéramos la enorme presencia de Roma en nuestro territorio y los vestigios aún incontables que de esa presencia quedan en todo el territorio peninsular.
En una ciudad como Toledo esa patada al bote tiene más posibilidades, porque es un lugar habitado ininterrumpidamente desde hace muchos siglos. Y esos habitantes han ido construyendo unos encima de los otros, sumando y sumando lugares y dejando a su paso enormes vestigios de lo que hubo.
El último hallazgo es una vasija de la primera Edad de Bronce, lo que nos remonta a unos 1800 años antes de Cristo, es decir hace casi 4000 años. La vasija, encontrada en uno de los barrios de la capital toledana, estaba enterrado a apenas 25 centímetros del suelo, lo que hace que no tenga mucho mérito para los arqueólogo el haberla encontrado, pero que nos dice que la historia sigue haciéndose cada día.
La vasija puede haber permanecido ahí durante todo este tiempo, portando la historia de sus propietarios y de sus creadores, pero no es hasta ahora que sabemos de su existencia y de que en Toledo no sólo había vida en la Edad de Bronce, sino que había maestros alfareros.
La historia, como decíamos hace poco, sigue haciéndose y modificándose todavía, pues nada está cerrado completamente, ni siquiera la historia tan contada de un lugar como Toledo, donde todavía pueden encontrarse, a apenas veinticinco centímetros del suelo, vestigios de la Edad de Bronce.
En una ciudad como Toledo esa patada al bote tiene más posibilidades, porque es un lugar habitado ininterrumpidamente desde hace muchos siglos. Y esos habitantes han ido construyendo unos encima de los otros, sumando y sumando lugares y dejando a su paso enormes vestigios de lo que hubo.
El último hallazgo es una vasija de la primera Edad de Bronce, lo que nos remonta a unos 1800 años antes de Cristo, es decir hace casi 4000 años. La vasija, encontrada en uno de los barrios de la capital toledana, estaba enterrado a apenas 25 centímetros del suelo, lo que hace que no tenga mucho mérito para los arqueólogo el haberla encontrado, pero que nos dice que la historia sigue haciéndose cada día.
La vasija puede haber permanecido ahí durante todo este tiempo, portando la historia de sus propietarios y de sus creadores, pero no es hasta ahora que sabemos de su existencia y de que en Toledo no sólo había vida en la Edad de Bronce, sino que había maestros alfareros.
La historia, como decíamos hace poco, sigue haciéndose y modificándose todavía, pues nada está cerrado completamente, ni siquiera la historia tan contada de un lugar como Toledo, donde todavía pueden encontrarse, a apenas veinticinco centímetros del suelo, vestigios de la Edad de Bronce.
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