La propiedad de
determinados personajes ficticos es compleja. El autor es su
propietario sin duda ninguna. Él los creó y les dio las
características propias que los han hecho ser populares. Pero el
público pronto los coge cariño y se siento ya no identificados,
sino en cierta forma propietario del personaje.
Esa propiedad hace
que los personajes puedan o no sobrevivir a sus autores. Sherlock
Holmes por ejemplo ha tenido muchas vidas después de que Conan Doyle
decicierá deshacerse de él. La continuidad o no de los personajes,
depende, en muchos casos, de los propietarios de los derechos y no de
los autores.
¿Deben continuar
vivo ese personaje? La cuestión es fácil, si el autor así lo
quiere, sí. Si el autor no quiere que sea así, no. Cevantes
escribió la segunda parte de El Quijote para acabar con las
continuas continuaciones de su novela, sobre todo con la mejor y más
famosa, la de Avellaneda. Y por eso mata a su personaje, para que no
pueda vivir más allá, en las páginas de otro. Aunque de poco le
sirvió, pues El Quijote y Sancho perviven casi hasta nuestros días.
Ahora una autora ha
escrito una nueva novela de Hércules Poirot, el detective más
famosos de Agatha Christie. La propia Christie acabó con la vida del
detective, pero sus descendientes han aprobado esta nueva obra y la
autora ha decidido situar la historia antes de que esa muerte se
produjera.
Esto hecho, tan raro
en el mundo de la novela, se da continuamente en otros sectores
culturales: las series de televisión tienen en ocasiones un escritor
distinto por capítulo, pero siguen manteniendo el mismo carácter,
siguen siendo los mismos e incluso evolucionan hacia el mismo sitio.
En los cómics son muchos los autores que toman un personaje y dan su
visión e incluso cambian su historia como hizo Alan Moore con La
Cosa del Pantano.
En literatura, que
siempre parece una cosa más seria, y sobre todo inamovible, no suele
cambiar un personaje de autor. Pero tal vez venga bien cierto aire de
renovación que permita nuevas visiones sobre personajes ya
estereotipados. Resucitar y revisitar ciertos clichés tal vez ayude
a dos cosas: modernizar a los personajes y también recuperar
lectores. Al cómic y a las series de televisión parace que el
formato no les va mal.
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