Las ficciones negras, sobre asesinatos,
robos y otros asuntos políciales misteriosos, tienen una premisa: no
saber quién es el autor de los hechos. La progresión de la trama
cuenta el conocimiento del investigador de la verdad, como gracias a
pistas, deducción e interrogatorios, es capaz de conocer quién y
cómo ejecutó el delito.
Ese es el juego que normalmente ese
tipo de ficción proponían al espectador: eran un acertijo que había
que desentrañar. Pero de un tiempo a esta parte, saber quién y cómo
ejecutó el delito no es tan importante como el delito en sí, la
vida del detective o la del propio maleante.
En muchas ficciones negras se sabe
quién, cómo y por qué cometió el delito y lo que se cuenta no es
el descubrimiento de la verdad, sino las intimidades, las razones y
las motivaciones de los personajes que intervienen en la trama.
En muchas otras da igual quién o cómo
lo hizo, lo importante es el método para descubrir al culpable. La
deducción lógica. La investigación a partir de tecnologías
avanzadas. O los sueños premonitorios de una protagonista.
Así, el foco se ha ido desplazando del
qué y el cómo para irse al investigador y su personalidad. Muchas
series de policías lo han hecho así, dejando de lado el juego con
elespectador. Ya no importa que intentemos descubrir antes que el
policía cómo y por qué, sino que estemos atentos a las vicisitudes
que el investigador sufre.
True detective, Los misterios de Laura
o los nuevos Sherlock Homes cumplen en muchas ocasiones con este
paradigma. No importa el delito ni las víctimas, sino la vida del
detective mientras hace su trabajo.
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