Hay libros, películas y cualquier otro tipo de obras culturales que son admiradas, comentadas y nombradas sólo por la fama que tienen. Una profesora de la facultad, Doctora en Literatura Española, decía que como tantos otros ella caminaba con En busca del tiempo perdido bajo el brazo durante sus años de alumna. Ni ella ni nadie lo leía, porque era muy largo y poco legible, pero todos llevaban ese libro.
Algo similar sucede con tantas y tantas obras, en español y en otros idiomas, clásicos o modernos. El Quijote es un gran ejemplo de libro ampliamente nombrado y casi nunca leído. O mucho menos leído de lo que suponemos, incluso entre los profesores o lo autores.
Pero como El Quijote muchos otros. El Jarama. Tiempo de Silencio. O muchas de esas obras que están en ese tiempo, que buscan ser diferentes, pero cuyo mérito está principalmente en su diferencia. Y esa viene comentada en cualquier libro de texto.
Obras como En busca del tiempo perdido, Cien años de soledad o Ulises. Autores concretos como Gabriel Miró, Julio Cortázar o la mayor parte de la obra de Azorín, son comentados, nombrados, pero casi nunca leídos.
En el cine sucede lo mismo con películas como El séptimo sello y gran parte de la obra de Bergman. O con clásicos modernos requetecitados como Blade Runner. Obras que son mucho más conocidas que vistas.
¿Por qué sucede esto? Obviamente por el prestigio cultural que da a quien las ha leído o a quien se supone que las ha leído. Se le considera un mérito en su vida cultural. Y más si además puede ofrecer una opinión original sobre ellas.
En el siglo XVIII se los llamaba violetos. Ahora no hay un nombre concreto, pero culturetas podría definir a esos falsos lectores, espectadores y comentadores. Mientras las obras siguen ahí, sumando adeptos y alabanzas, no sabemos sin con merecimiento.
Algo similar sucede con tantas y tantas obras, en español y en otros idiomas, clásicos o modernos. El Quijote es un gran ejemplo de libro ampliamente nombrado y casi nunca leído. O mucho menos leído de lo que suponemos, incluso entre los profesores o lo autores.
Pero como El Quijote muchos otros. El Jarama. Tiempo de Silencio. O muchas de esas obras que están en ese tiempo, que buscan ser diferentes, pero cuyo mérito está principalmente en su diferencia. Y esa viene comentada en cualquier libro de texto.
Obras como En busca del tiempo perdido, Cien años de soledad o Ulises. Autores concretos como Gabriel Miró, Julio Cortázar o la mayor parte de la obra de Azorín, son comentados, nombrados, pero casi nunca leídos.
En el cine sucede lo mismo con películas como El séptimo sello y gran parte de la obra de Bergman. O con clásicos modernos requetecitados como Blade Runner. Obras que son mucho más conocidas que vistas.
¿Por qué sucede esto? Obviamente por el prestigio cultural que da a quien las ha leído o a quien se supone que las ha leído. Se le considera un mérito en su vida cultural. Y más si además puede ofrecer una opinión original sobre ellas.
En el siglo XVIII se los llamaba violetos. Ahora no hay un nombre concreto, pero culturetas podría definir a esos falsos lectores, espectadores y comentadores. Mientras las obras siguen ahí, sumando adeptos y alabanzas, no sabemos sin con merecimiento.
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